De las poco más de 38.000 personas que viven en el Principado de Mónaco, más de 12.000 son consideradas millonarias. Cualquiera podría pensar que este pequeño país es el lugar perfecto para establecer un casino, pero no siempre fue así.  Y es que el Casino de Montecarlo, actual referencia del turismo de lujo de la Costa Azul, tiene mucha historia.

Durante la primera mitad del siglo XIX el actual Principado de Mónaco se encontraba muy lejos de la actual situación de opulencia y atravesaba por una grave crisis económica. La Familia Real de Mónaco, los Grimaldi, tenía importantes problemas financieros y en 1848 recibieron el golpe definitivo. Las ciudades de Menton y Roquebrune declararon su independencia y con ello dejaron de pagar a los Grimaldi los abusivos impuestos sobre la agricultura, principalmente en productos como la trufa y el aceite de oliva, que, hasta entonces, suponían gran parte de los ingresos del país. Las mermadas arcas del Principado de Mónaco exigían soluciones contundentes y rápidas.

La princesa Carolina tuvo una idea. Años atrás había visitado la pequeña ciudad balneario de Bad Homburg, en la actual Alemania, que había alcanzado un gran reconocimiento internacional desde la apertura de su casino Splielbank Bad Homburg. Y si había funcionado en esta localidad, no había motivo para no repetir el éxito en Mónaco. El proyecto para la construcción de un complejo de ocio, que incluyera un casino, empezaba a vislumbrarse.

En 1854, Carlos III, el hijo de Carolina y futuro Príncipe de Mónaco,  cogió el testigo. Se rodeó de un equipo de expertos con la idea de trazar un plan para obtener los 4 millones de francos necesarios para la construcción del complejo de ocio, que, además del casino, incluiría balneario y hotel. La situación económica era cada vez más grave y la necesidad de obtener ingresos hizo que se probaran, sin éxito, varias ubicaciones para que el casino estuviera en funcionamiento lo antes posible. Todos estos intentos fueron un absoluto fracaso, terminando la última versión del casino emplazada en una zona denominada como “Les Spelugues” (Las Cuevas), un lugar con vistas al Puerto Hércules.

Ya en 1858 comenzó la construcción del actual Casino de Montecarlo. Ante el fracaso de Carlos III, la princesa Carolina se hizo de nuevo cargo del proyecto y reclutó a Francois Blanc, empresario de casinos francés y responsable del éxito del casino de Bad Homburg, para que dirigiera el proyecto. Tras aceptar la propuesta, no sin hacerse de rogar, cambió el nombre del área donde se situaba el complejo por Montecarlo, en honor al príncipe Carlos III, y fundó una empresa llamada Société des Bains de Mer et du Cercle des Étrangers de Mónaco (conocida como SBM), que en la actualidad sigue siendo la compañía pública que gestiona el Casino de Montecarlo, hoteles, restaurantes y otros lugares importantes de este pequeño país. Francois Blanc recibiría por sus servicios  150.000 francos al año más el 10% de las ganancias del casino. El empresario contrató a Charles Garnier, arquitecto de la Ópera de París, para el diseño del casino y sus salas de juego, y con el encargo añadido de una ópera adjunta al mismo. La situación económica seguía siendo precaria y para poder llevar a cabo la construcción del complejo la familia Grimaldi decidió vender las áreas de las localidades de Menton y Roquebrune a Francia por 4 millones de francos e hizo la promesa de que permitiría que Francia conectase Mónaco y Niza mediante una carretera y una línea de ferrocarril.

El Casino de Montecarlo abrió finalmente sus puertas al público en el año 1863 con gran éxito desde sus inicios. Durante los siguientes años el flujo de visitantes era continuo, en gran parte miembros de la aristocracia y clase alta francesa, que habían visto como Francia había prohibido las casas de juego. La popularidad del casino iba en aumento de manera proporcional a los ingresos en las arcas monegascas convirtiéndose en lugar de visita obligada para la élite internacional. De esta manera, el príncipe abolió, en 1869, el impuesto sobre la renta para los residentes en Mónaco, logrando así que muchas de estas visitas se quedasen en el país atraídos por sus ventajas fiscales. La idea de la princesa Carolina había funcionado de una manera extraordinaria y Mónaco se había convertido en el destino perfecto  para que la jet set internacional acudiera en masa a dejar parte de su riqueza. Y el plan era perfecto, ya que, en 1860, el príncipe Carlos III dictó una ley por la cual los habitantes de Mónaco no podían jugar en el casino, propiciando que el dinero que entrase en el mismo siempre fuera extranjero y que los habitantes del principado no perdieran riqueza y se endeudaran más. El dinero no paraba de entrar en Mónaco y nunca jamás saldría.

Si resides en Mónaco solamente puede mirar

Han pasado muchos años pero el majestuoso edificio, de estilo Beaux Arts, del Casino de Montecarlo ha cambiado muy poco. Sus lujosas salas han servido de inspiración para multitud de películas, entre las que destacan Ocean´s Twelve o Goldeneye, y ofertan una gran variedad de juegos con los que deleitar a cualquier visitante, pero una de estas salas esconde una historia mucho más oscura. “La Morgue”, actual sala para el descanso de los aparcacoches, fue el lugar utilizado para dejar los cuerpos de los jugadores que, desesperados por perder toda su fortuna en el casino, se suicidaron dentro de sus instalaciones. Pero si por algo es conocido el Casino de Montecarlo es por albergar de manera recurrente la gran final del EPT (European Poker Tour).

En 2005 el más famoso circuito de poker del viejo continente daba sus primeros pasos y el Casino de Montecarlo fue elegido para la gran final del año. 211 jugadores aportaron los 10.000€ de entrada y elevaron el premio total del evento por encima de los 2 millones de euros, de los cuales la mayor tajada fue a parar a manos del jugador holandés Rob Hollink, que obtuvo 635.000€ por su buen hacer con las cartas. Y este idilio con el EPT se ha mantenido hasta la actualidad, casi siempre siendo la parada de la gran final que cerraba la temporada del circuito europeo. Pero, curiosamente, el mayor premio entregado por el casino durante un evento de poker no ha venido de la mano del EPT. En 2016 se celebró en el Casino de Montecarlo una parada de las WSOP que acogía, entre otros eventos, un torneo de carácter benéfico de un millón de euros de inscripción, el Big One For One Drop, cuyo ganador fue el empresario chino canadiense, afincado en Hong Kong, Elton Tsang que recibió más de 11 millones de euros por su primer puesto.

Mónaco es, en la actualidad, el destino perfecto para turistas con un poder adquisitivo alto, pero es posible disfrutar del principado si tu presupuesto no es tan elevado. Lo ideal es alojarse en el bello Hotel París, inaugurado solamente un año después que el casino, pero el precio de sus habitaciones es algo prohibitivo. Por lo tanto, una buena opción puede ser visitar los lugares más imprescindibles durante el día y no pernoctar en el principado. Con unas pocas horas es suficiente para visitar el barrio de Montecarlo, admirar el casino y demás edificios históricos, ver el Puerto Hércules, y comenzar el ascenso para conocer el Palacio del Príncipe, residencia oficial de la Familia Real de Mónaco desde finales del siglo XIII. Y para los amantes del automovilismo es posible recorrer una parte del circuito del Gran Premio de Mónaco de Fórmula 1, donde destaca la horquilla de Loews, frente al  Hotel Fairmont, la curva más lenta del circuito.

Horquilla de Loews, la curva más icónica de la Formula 1

La gastronomía del país está claramente influenciada por la cocina francesa, aunque es posible probar, a un precio moderado, algún plato típicamente monegasco. Una buena opción puede ser el Stocafi, un guiso tradicional a base de bacalao seco, con una salsa de vino y tomate con ajo y cebolla, que se recubre con aceitunas negras. Pero la receta nacional del país es el Barbagiuan, una masa fina y crujiente, rellena de acelga suiza y queso ricotta, que se fríe en forma de rollo lentamente hasta alcanzar una tonalidad dorada y que se consume especialmente el día 19 de noviembre, fiesta nacional del país. Puedes caminar sin rumbo por las callejuelas del barrio antiguo buscando estos platos, seguro que la experiencia valdrá la pena.

¿Te apetece un Stocafi?

Sea cual sea tu presupuesto, Casino de Montecarlo puede ser tu próximo destino si quieres jugar al poker en un lugar con una gran historia y sobre todo, lujo, mucho lujo.


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